miércoles, 9 de junio de 2010


LA CARCEL NO
Patricio Rubio Ortiz*

Los potosinos acabamos de presenciar acontecimientos que parecen delinear el perfil político del actual gobierno local y que sirven para entender el rumbo en el que algunos quieren dirigir nuestra democracia.
Hace unos días fue detenida Francisca Reséndiz Lara, líder del Sindicato Independiente de Trabajadores y Trabajadoras de Gobierno del Estado, acusada entre otras cosas del delito de motín. Al momento de escribir estas líneas Francisca todavía está en prisión.
Desde hace varias semanas ella encabeza una protesta respecto a lo que considera despidos injustificados de algunos compañeros suyos por parte del Gobierno del Estado. Su plantón ha ido y venido de la Plaza de Armas en repetidas ocasiones pero ella ha permanecido en defensa de los que la siguen. El Gobierno también ha sostenido su postura de no incorporar a los trabajadores separados. En política la diferencia entre la terquedad y la tenacidad es el éxito. Y como cualquiera de nosotros ha podido apreciar, hasta el momento ninguna de las dos partes ha logrado salirse con la suya cabalmente.
Hasta aquí, nada nuevo. Lo que me interesa señalar es la importancia que su encarcelamiento tiene para definir el rostro político del actual gobierno y para conocer el estado de salud que guarda el régimen democrático del estado.
La opinión de muchos abogados es que el cargo de motín que se le imputa y que la mantiene privada de su libertad es cuando menos una alucinación jurídica. La comparto. Como también comparto el parecer de quienes consideran que el gobierno está haciendo una indebida utilización de los mecanismos e instituciones de procuración de justicia en perjuicio de Francisca. Pareciera que no desea honrar el derecho sino darle un escarmiento. No aplicar la ley, sino darle unas nalgadas.
Me detengo un poco. La democracia es hija del pluralismo político. La diferencia es constitutiva de las sociedades modernas. Aunque no nos guste. La diversidad de formas de explicarse la realidad y actuar en el mundo no es algo de lo que podamos deshacernos si queremos ser reconocidos como demócratas. Se ha dicho antes: tolerar al que cree en las mismas cosas y valores que nosotros no tiene chiste. Eso es indiferencia o espíritu de cuerpo, pero la tolerancia es algo distinto. Exige nuestro compromiso para admitir el derecho del otro para expresarse y actuar de forma diferente a lo que nosotros consideramos adecuado. Aún a costa de nuestra salud gástrica. Considero que el encarcelamiento de Francisca demuestra que el gobierno no está honrando estos principios.
Puedo entender que Francisca Reséndiz –a quien no conozco personalmente– moleste al gobierno con sus actitudes. También puedo entender que la terquedad de Francisca contribuya a la irritación de algunos funcionarios y lo mismo puede decirse del enojo que provocó cuando se tuvo que modificar la ruta de la Procesión del Silencio, o simplemente de la molestia de los transeúntes de la Plaza de Armas. También creo que su movilización ha sido incapaz de sumar adhesiones importantes y que hasta el momento de su detención –la última de ellas– había fracasado como movimiento social. No mostró capacidad de innovación en sus repertorios de acción pública ni logró que los simpatizantes se conviertan en participantes ni los espectadores en simpatizantes. Me parece que su protesta no ha podido relacionarse adecuadamente con la sociedad para explicarle sus demandas y que a lo largo de las semanas se cometió una ristra de errores tácticos que eventualmente habría conducido al movimiento a la inanición, etc., etc. Pero una vez que Francisca ingresó a la cárcel el juego cambió.
Ya no se trata de las nada populares reivindicaciones de mantener la obesidad burocrática, tampoco de la falta de imaginación para la adquisición de solidaridades, ni de la falta de disposición a la negociación por parte del gobierno. En mi opinión de lo que se trata es de cómo vamos a resolver nuestras diferencias. ¿Cómo nos vamos a relacionar con el que nos parece una molestia? ¿Cómo vamos a pactar con el disenso? Si vamos a ser capaces, el gobierno y la sociedad, de procesar nuestros diferendos por una vía –la democrática, claro está– que renuncie al autoritarismo y al uso caprichoso de la norma legal.
Personalmente creo que la sentencia definitiva del asunto laboral debe ser acatada por ambas partes y posteriormente dejar que la sociedad juzgue si el gobierno hizo bien o no en su decisión de no re contratar a los trabajadores. Lo último, en las elecciones, que para eso están. Pero también creo que mientras eso ocurre Francisca debe salir de prisión y seguir ejerciendo su sacrosanto derecho a molestar y a equivocarse.
Es deber de las personas libres defender la libertad de los otros. Nadie puede gozar plenamente de la propia libertad sabiendo que hay alguien que no puede hacerlo debido a una injusticia. El encarcelamiento de Francisca, como el de cualquiera bajo las mismas circunstancias, es un asunto que tiene que ver con cada uno de nosotros porque da en el corazón del régimen político. Enseña que una persona puede ser excluida del espacio público de forma arbitraria. En una palabra, demuestra que los antipáticos pueden ir a la cárcel en este gobierno sin mayor trámite. Y eso, hay que admitirlo, nos pega a muchos. Anuncia la degradación de la política en nuestro estado; resta credibilidad a las instituciones encargadas de procurar justicia; ratifica nuestra incapacidad para construir acuerdos, nuestra invalidez para el entendimiento y nuestro febril compromiso con la intolerancia.
Corrijan. No se empecinen. Las sociedades no entienden con coscorrones. Esa es la nostalgia autoritaria. Hay muchas maneras que la pedagogía democrática enseña para la transformación de las sociedades. La cárcel no es una de ellas.

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